28 octubre 2004

Ramble on

La verdadera tristeza radica en no poder expresar en palabras sencillas y sinceras lo que está pasando con tu corazón.
Cuando te sentís solo y nadie te acompaña, como en la mayor parte del día, comienzan a aflorar sensaciones equivocadas, y, parece que necesitás robarle a otros sus palabras para poder explicar que está pasando con vos.
Las haces tuyas; mientras tanto, tu cabeza sigue viaje sin tener registro de que por un rato al menos, es necesario parar. Sentarse en la playa y esperar que baje la marea, sentarse a mirar el cielo que está como muralla gris y amenaza con azotes eléctricos y la mas cruenta tempestad, y esperar a que un viento amigo lo libere, para finalmente tener la posibilidad de ver el sol, a fin de cuentas, siempre que llovió paró.
Cuando miro hasta donde puedo llegar, dando rienda suelta a mis insintos mas tiernos y que me dan esa sensación de contemplar la belleza en si misma, me doy cuenta que requiero de ciertas cosas para ordenarme y saber que bondi tengo que tomar.
Entonces hago lista de las cosas que me gustan, que me dan placer, que llegan a lo mas hondo de mi cuerpo y alma, y se que ese es un lugar ganado, donde no hay contratiempos para mi como ser humano, mas allá de lo imperativo de la vida rutinaria, se que las cosas que amo hacer estan en mi, forman parte de mi, son mi historia, contada de mil maneras diferentes, una y otra vez, según factores endogenos y exógenos, porque aunque quieras evitarlo, el aire roza tu piel y genera un torrente de emociones.
No me gusta sentir que hay cosas inevitables, porque por algo tengo razón, por algo me dieron un cerebro, y pararse frente a lo inevitable es negar mi propia capacidad de trabajar con mi cabeza y conmigo mismo, para tratar de sortear los inconvenientes y ponerlas en el terreno de lo posible
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