Tormenta en 2212
Las hojas ruedan libres por las veredas,
las hay de todos los colores y tamaños,
casi puedo llegar a distinguir sus texturas.
Son caprichosas, no tratan de seguir un patrón.
Solo son libres de volar a donde les de la gana.
Siento como mi nariz se moja y mi abrigo toma un color
plateado, brillante, por el reflejo de las luces
de la avenida en la campera mojada por la lluvia.
Siento mi cabeza adormecida y mi cuerpo sin mando.
Es la maldita lluvia otra vez, que llega como expiación.
Cuando la tormenta sorprende y es tan intensa como hoy
trato de sacar de adentro mío, como quien compra ingenios
y vende petroleo en el estanciero, todo lo que ya no quiero.
Algunas frustraciones, alguna culpa, muchas pieles y caricias,
me saco vendas de los ojos, me saco mentiras.
Me saco malos polvos, me saco reclamos,
me saco ojos tristes, me saco ojos sin vida,
me saco conversaciones que no hubiera querido tener,
me saco pesar, dolor, astío.
La lluvia se lleva todo sin cuestionar.
Cae como una bendición plateada
encima de las calles abandonadas de la ciudad.
No pregunta para saber si está invitada, solo cae.
No le importa si causa alegría o tristeza, solo cae.
No se cuestiona "porqués" o "paraqués", solo cae más y más.
En tu cara, en la mía, en la del viejo que me mira caminar,
con las manos detras de su cintura y su gorra vieja.
En mi mundo de pan integral, manteca clarificada,
albahaca fresca con boconccini y tomates cherry,
todo tiene sabor a perfección cuando llega la lluvia.
Lavar el alma es tan importante como lavarse la cara.
Y ahí estoy yo, a chaparrón limpio, con los brazos abiertos,
recibiendo la parte que me toca, esperando que el tiempo
se detenga y haga ese segundo eterno,
oyendo la gran orquesta de la bendita tormenta.
Sigo caminando intentando no pisar alguna baldosa floja
no quiero apartarme ni por un segundo de esta sensación celestial.
Soy un pez en el agua, un oso en las montañas,
un halcón planeando en lo más alto, un lobo en los
brazos de la noche, la anaconda destrozando
los huesos de su presa, el jaguar trepando sus árboles,
la vida en los hormigueros, los amantes desbordándose.
Y es que ya lo dijo David, nadie puede ver tus lágrimas
cuando estás llorando en la lluvia.
las hay de todos los colores y tamaños,
casi puedo llegar a distinguir sus texturas.
Son caprichosas, no tratan de seguir un patrón.
Solo son libres de volar a donde les de la gana.
Siento como mi nariz se moja y mi abrigo toma un color
plateado, brillante, por el reflejo de las luces
de la avenida en la campera mojada por la lluvia.
Siento mi cabeza adormecida y mi cuerpo sin mando.
Es la maldita lluvia otra vez, que llega como expiación.
Cuando la tormenta sorprende y es tan intensa como hoy
trato de sacar de adentro mío, como quien compra ingenios
y vende petroleo en el estanciero, todo lo que ya no quiero.
Algunas frustraciones, alguna culpa, muchas pieles y caricias,
me saco vendas de los ojos, me saco mentiras.
Me saco malos polvos, me saco reclamos,
me saco ojos tristes, me saco ojos sin vida,
me saco conversaciones que no hubiera querido tener,
me saco pesar, dolor, astío.
La lluvia se lleva todo sin cuestionar.
Cae como una bendición plateada
encima de las calles abandonadas de la ciudad.
No pregunta para saber si está invitada, solo cae.
No le importa si causa alegría o tristeza, solo cae.
No se cuestiona "porqués" o "paraqués", solo cae más y más.
En tu cara, en la mía, en la del viejo que me mira caminar,
con las manos detras de su cintura y su gorra vieja.
En mi mundo de pan integral, manteca clarificada,
albahaca fresca con boconccini y tomates cherry,
todo tiene sabor a perfección cuando llega la lluvia.
Lavar el alma es tan importante como lavarse la cara.
Y ahí estoy yo, a chaparrón limpio, con los brazos abiertos,
recibiendo la parte que me toca, esperando que el tiempo
se detenga y haga ese segundo eterno,
oyendo la gran orquesta de la bendita tormenta.
Sigo caminando intentando no pisar alguna baldosa floja
no quiero apartarme ni por un segundo de esta sensación celestial.
Soy un pez en el agua, un oso en las montañas,
un halcón planeando en lo más alto, un lobo en los
brazos de la noche, la anaconda destrozando
los huesos de su presa, el jaguar trepando sus árboles,
la vida en los hormigueros, los amantes desbordándose.
Y es que ya lo dijo David, nadie puede ver tus lágrimas
cuando estás llorando en la lluvia.