11 marzo 2005

Cita a ciegas (última parte)

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Ella me abrazó fuerte, se tomó de mi literalmente,
tenía lápiz de labios y eso se notaba, pues era un beso resbaladiso.
Ella no paraba de abrazarme mas fuerte y yo respondía como podía.
Fué un beso raro, un beso furtivo.
Luego y ya en el auto, hablamos de la vida
y del amor no correspondido, de la melancolía
que siente una mujer a sus treinta y pico;
de los hijos, de los conyuges, del dolor.
En mi casa, le ofrecí algo de comer y no quiso.
La comida vegetariana no es su fuerte.
Bailamos, bebimos, nos besamos un poco más
fué solo una noche, dos personas que no se habían visto nunca
una cama, un lugar en el mundo, la misma transpiración.
Nos despedimos con pocos ánimos y muy cansados.
Pero por un momento pensé en bajarme del auto y decirle algo importante,
algo definitivo, una declaración.
Pensé en hacerlo con todas mis fuerzas y mis ganas,
pensé que ella lo iba a apreciar mucho,
así que me bajé del auto violentamente, la miré,
pero ya no pude recordar que era lo que quería decir.






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