02 septiembre 2005

El antepasado

"Todos tenemos algún antepasado imbécil.
Todos en algún momento de nuetras vidas, encontramos el rastro,
las huellas vacilantes del más pelmazo de nuestros antepasados,
y al mirar ese rostro huidizo nos damos cuenta,
con estupor, con incredulidad, con horror, de que estamos contemplando nuestra propia cara que nos hace guiños y muecas amistosas desde el fondo de un pozo
."
Roberto Bolaño - fragmento de "El antepasado".



Cuando miro para atrás en mi vida, encuentro todo tipo de matices. Muchas veces me sorprendo ante la omnipresente figura de mis tios todopoderosos, hijos del rigor y carenciados, habían crecido y ahora había alguien más en la casa en condiciones óptimas para recibir parte de la misma medicina.

Otras tantas, oigo los gritos de mi abuelo, quien con su sola presencia causaba una impresión de esas que no se olvidan facilmente. Muchas veces parecía que lo practicaba como si realizara alguna especie de test, como si quisiera saber si aún el poder del macho de la manada, lo acompañaba.
Todo muy lindo, pero se olvidó de explicarle al calendario que él por el bien de su familia, incapaz de subsistir sin su iluminada figura, no se podía dar el lujo de envejecer y perder, aparte de la erección y la belleza, esa impronta de malo de la película que lo había hecho famoso entre sus hijos y entre los vecinos del barrio.

Al ver hacia atrás veo a mis padres en el fragor de sus batallas diarias, que solo hacían incapié en alguna anécdota doméstica, sin mayor importancia, pero que a la vez resultaban ser la superficie perfecta para pasear tanto dolor, incertidumbre y abandono. El dúo se mataba en función privada conmigo como único espectador involuntario.

Luego de recordar, así, rapidamente estas cosas, me vienen a la cabeza incontables imágenes, pero siento que la que más pulsión hace, es la que consigo lleva la pregunta: ¿cómo diablos llegué hasta acá? ¿qué fuerza de tan inconmensurable poder me arropo en su regazo para hacer de mi un hombre, un profesional? ¿que fuerza logró que me desarrolle haciendo lo que amo? ¿quién me eligió para que trascienda esos momentos vividos forzozamente para terminar escribiendo su síntesis en estas líneas y muchas otras líneas más? ¿quién me vió cara de sobreviviente?

Cuando me vienen a la cabeza este tipo de cosas, así como cuando leo a Bolaño o contemplo la obra de Vermeer o escucho Pequeña Música Nocturna de Mozart, pienso que dios existe.






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