20 septiembre 2005

MI prima Vera

La lluvia ha cesado, las nubes se disiparon, el cielo está otra vez sereno,
cuando el corazón es puro, todo es puro en el universo,
confiando mi cuerpo al curso de las cosas, renuncié al mundo para ser libre,
con la luna nueva y las flores he de pasar el resto de mi vida.
Ryokan, monje zen


Me dijeron que el día de la primavera simboliza la renovación de la naturaleza y la creatividad del espíritu humano. El diccionario dice que también es una “planta herbácea perenne, de la familia de las Primuláceas, con hojas anchas, largas, arrugadas, ásperas al tacto y tendidas sobre la tierra.” Planta de hojas amarillas y tallos largos parecida al girasol.
Me dijeron también que esta estación es enérgica y magnífica, el paisaje se transforma en primavera. Cede el frío y la humedad constante de la ciudad, los días se empiezan alargar, los árboles de a poco comienzan a cobrar fuerzas para terminar explotando en un festival multicolor.

Astronómicamente, comienza con el equinoccio de primavera (entre el 20 y el 21 de marzo en el hemisferio norte, y entre el 22 y el 23 de septiembre en el hemisferio sur), y termina con el solsticio de verano (alrededor del 21 de junio en el hemisferio norte y el 21 de diciembre en el hemisferio sur).

Pero, ¿qué es la primavera? ¿Quien es el espíritu que se adueña de las almas a partir del veintiuno de septiembre? ¿Y cómo hace para que vivamos este festival de sensaciones? Incontrolable por momentos. Nuestros ojos, sedientos de imágenes que fotografiar y archivar en la memoria, no son los únicos testigos de la explosión. El soplo de vida vaga sin control por las calles de la ciudad, y, por ahí, te encuentra en alguna esquina y te hace sentir esa sensación tan “Marilyn Monroe parada sobre la boca de aire del subterráneo”, y una corriente orgásmica recorre tu cuerpo que tiene un contacto directo con lo bello. La contemplación.

Durante muchas primaveras de mi vida, he estado alérgico, solo, acompañado, con novia, sin novia, casado, soltero, separado, divorciado, feliz, triste, angustiado, atento, colgado, ebrio, sobrio, drogado, idiotizado, sensato, solidario, hecho un hijo de la gran puta, haciéndome el boludo, no siendo padre, siéndolo. La única característica que se repite siempre es la alergia, que hace treinta y cuatro años que no me deja en paz y durante la época primaveral me enfrenta con su cara más agresiva.

Ya se, en este momento el lector se estará preguntando, ¿alergia a qué tenés?
Olviden esa pregunta porque me la han hecho quinientas veces y nunca tengo respuesta, solo sufro de un terrible resfriado crónico, que me hace estornudar treinta y cinco veces en una cuadra y hace que me piquen los ojos y que me lloren, no se a que soy alérgico, sólo conozco el mal humor que me provoca.

Ninguna de las treinta y cuatro primaveras de mi corta vida me encontró contemplativo como sí lo estoy hoy. Me siento independiente, con la suficiente libertad como para enfrentar el resto del camino. No tengo la opinión de mis viejos en la cabeza todo el tiempo, su mandato parece haberse desmaterializado ante mí, no pienso las cosas como lo harían ellos, no intento meterme en su cabeza para espiar cual camino toman y seguirlos. Estoy tomando mis propias decisiones y ya mi cabeza no hace el ejercicio inconsciente de pensar de acuerdo a sus patrones y finalmente vomitarme una respuesta mientras espero acurrucado y con frío en la esquina más oscura de mi departamento.

Por la mañana me preguntaba mientras observaba frente al espejo sádico mi apariencia de recién levantado, más cercana a Yul Brynner engripado que a la versión más conocida que recuerdo de mí, ¿estaré siendo engañado por el espíritu primaveral?
¿Será una trampa suya hacerme creer que los fantasmas que me quitaron el sueño durante tanto tiempo tomaron distancia? ¿Realmente empiezo a tener control sobre mi vida? ¿O estoy entrando como un boludo en su juego?

Finalmente comprendí que debía tomar una decisión y la tomé.
Decidí vivir la primavera en libertad, y (diría disfrutar si no odiara el verbo) regocijarme con lo bello. Empezar a tomar más agua, comprarle shorts y un sombrerito piluso a Fiona, un hueso primaveral a Greta, volver a la pileta, llenarme los ojos de mujeres, tener la cena con mi amiga Paula que vengo postergando hace meses, llevar un buen vino, leer “La Condesa Bathory” terminar de ver Sunrise y empezar a pensar que voy a preparar para comer en navidad y año nuevo.
Ser dueño de tu propia vida, tiene muchas ventajas la mayor parte del tiempo.
Feliz Primavera para todos.







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