21 octubre 2005

Fiebre Julio



Me trastocó la balmaceda con sus paralábisas, cada vístola que sale de sus minuantes conoséndolas, me hacen arrugar el éstio y llorar hasta la damdragua.

Nunca pretendí ser mongia para tamconpler de mosia, intenté sin coso infustilosos rugidos de ostrío, pero en el último estantito, me dejo límpido y con los castros llenos de moja.

La lección aplácida casó cual arénquido y nos atrapó félidos y contrafélidos, astárpicos y nestárpicos, llenos de gulsa que tanto bien hace, sobretodo cuando sentís que la balmaceda te trastoca vílmente, sin siquiera esperar a que el brindo dé un gesto asvítido de aprobación.

Cosas de discérnidos inconcientes.






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