19 diciembre 2005

Villa Villa

Sólo el asfalto eterno y los espejismos en medio del campo, sólo mis ojos que miran desde el otro lado de dos ventanas perfectamente polarizadas, sólo mis manos firmes sosteniendo la rueda, sólo mi pierna rígida y las ansias de llegar.

Sólo la espuma del mar rodeando mi cuerpo desnudo; sólo los gavilanes congelados en el aire, con sus inmensas alas abiertas clavados en el medio del cielo; sólo la arena que se entremezcla con mis pies, sólo el viento que castiga mi cara; sólo el aroma de la comida con amigos, mis manos llenas de palta, cebolla y cuchillo. Intento ser prolijo, a veces lo logro pero a veces no, y prefiero ser honesto.

Estuve pensando en escribir algo el fin de semana, en decir algo sobre lo que nos pasó, pensé en una fina ironía, luego en un sarcasmo desmedido, pensé en ser agresivo y darles rienda suelta a los instintos más básicos de mi lengua ofidia, pensé en hablar parado fuera de mi lugar de poder, ser reactivo, pensé en ser la víctima, un cordero pastando alegremente ignorando el acecho de su predador natural, cada segundo más cerca. Hasta compré papel y lápiz para lograr el mejor escrito que pudiera expender mi mente remolona.

Pero la pasé tan bien en Villa Gesell este fin de semana que me olvidé de todo.






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